Comenzado ya el verano
las aves residentes y estivales se encuentran casi todas llegando al
final de su ciclo reproductor. Una vez cumplido el objetivo de
perpetuarse, muchas de ellas se encuentran en proceso de muda o
cuando menos presentan el plumaje con un alto grado de desgaste; por
lo tanto no lucen ahora, salvo algunas excepciones, sus mejores
galas. Las excepciones se corresponden generalmente con las especies
más tardías en su reproducción, caso de las Oropéndolas o los
Papamoscas grises (foto), o bien aquellas que no mudan el plumaje en
estas fechas, o sólo lo hacen de manera parcial. El grueso de las
especies de pequeños paseriformes están inmersos en esta fase un
tanto discreta de su ciclo biológico, en el que apenas se dejan ver
u oír, e intentan pasar desapercibidos a sus posibles predadores en
estos momentos críticos, ya que la muda es un periodo muy exigente,
donde las aves consumen una gran dosis de energía.
Pero apenas en unas
semanas comenzarán los primeros movimientos migratorios
postnupciales; de hecho ya algún adelantado visitante puede verse
camino de sus cuarteles de invernada, aunque todavía toparse con
ellos sea una auténtica suerte. Habrá que esperar unas semanas,
para que el fenómeno migratorio se encuentre plenamente instaurado y
depare interesantes observaciones.
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