Cuando era un niño recuerdo como mis mayores -abuelos y padres- sobre todo, me hablaban de que tal o cual especie era antes muy común y ya no se veía o era muy escasa. La avefría o el alcaraván, me contaban que eran frecuentes en Marbella allá por la mitad del siglo XX más o menos. Tenía su lógica. Los cambios en los usos del suelo que a partir de los años 60 se produjeron, tuvieron efectos sobre algunas especies, sobre todo las más ligadas al medio agrícola y ganadero predominante hasta entonces.
Todo esto viene a cuento de la más que notable regresión que llevo notando en una especie: el abejaruco europeo merops apiaster, en los últimos años.
Los que llevamos ya algunas décadas observando la naturaleza desde un prisma conservacionista, nos damos cuenta del notable descenso que ésta y otras especies están teniendo últimamente.
Por dar unos datos objetivos de como era la población en Marbella de este multicolor pájaro estival, podría decir que conocía allá por la década de los 90 del pasado siglo, varias colonias de cría con decenas de parejas. Alguna de ellas estaba situada, si no en una zona urbana, si muy cerca de la arteria principal de la ciudad y era claramente visible porque estaba situada en un talud en un carril bastante transitado por vehículos. Todavía a día de hoy se ven los agujeros que estos bellos pájaros excavaban para traer al mundo a su prole.
Aparte de estas colonias,digamos que de cierta envergadura, no era raro encontrar casi en cualquier lugar que permitiera a los abejarucos excavar su galería, algunas parejas dispersas o en baja concentración.
Y por supuesto se veían a los propios adultos, a menudo en grupos nutridos alimentarse juntos en el monte con su peculiar algarabía.
Pero todo esto ha pasado a la historia al menos de momento. Este año he podido localizar, en colonias antiguas que años atrás podían tener 15 o 20 parejas, a una solitaria. Y esto después de mucho buscar, porque la mayoría de los lugares donde nidificaban antaño estas aves aparecían “vacíos” de abejarucos.
¿Y cuales son las posibles causas de este declive?. Como casi siempre ocurre no es una sola si no posiblemente varias las que hacen que cada vez veamos menos abejarucos. El uso de insecticidas (esto para una especie netamente insectívora tiene un impacto enorme), la propia rarefacción de los insectos por esta y otras causas, que algunos autores cifran en casi un 75% en las últimas décadas; su constante “guerra” con los apicultores por su consumo de abejas y quién sabe si el propio cambio climático. Sin olvidar la transformación de los cauces fluviales y taludes donde solían anidar, y que en algunos casos han sido directamente eliminados.
Veremos como evoluciona la población en los próximos años. Ojalá se recuperen y vuelvan a nuestro medio natural tan bellas y singulares aves migratorias.
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