Las aves marinas pelágicas son especies difíciles de observar desde la costa. Sus hábitos netamente marinos hace que, si no es desde una embarcación, muchas de ellas puedan pasar desapercibidas para el observador. Pero a veces si que se acercan a la costa -relativamente, por diversos factores-, y con una óptica adecuada pueden ser observadas relativamente bien, como para poder identificarlas y disfrutar de su observación y su extraordinario modo de vida.
Ayer mismo me sucedió con una especie, la pardela cenicienta mediterránea Calonectris diomedea, un ave del orden de las Procellariiformes, que en esta época se deja ver en nuestro mar intentando pescar boquerones, sardinas o algún cefalópodo, que son la base de su dieta.
Se reproduce exclusivamente en el Mediterráneo, en islotes y acantilados marinos. Posiblemente la colonia más cercana esté en la isla de Alborán. Luego en el otoño emprenden viaje migratorio hacia las costas del África occidental, desde donde regresan a partir de marzo. Está considerada como una especie “en peligro” en el “Libro Rojo de las Aves de España”, ya que la población española se estima está por debajo de las 10000 parejas.
En nuestra costa vienen a alimentarse, desde las cercanas colonias de cría y además durante los pasos migratorios es posible observarlas en buenos números, pero como dije al principio, siempre con una óptica adecuada, pues generalmente no suelen pasar a menos de algún kilómetro de la costa.
Esta especie, como la mayoría de las aves pelágicas, tiene adaptaciones sorprendentes para la vida marina, como la capacidad de beber agua del mar directamente, ya que poseen unas glándulas denominadas supraorbitales que “filtran” y les permite eliminar el exceso de sal en sangre.
Ayer al menos pude contar unos 20 ejemplares que no estaban a mas de 200 m. de la costa, buscando incesantemente alimento, intercalando planeos y aleteos casi a ras del agua.
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